Aquella noche gris.
Bonjour!!
Me gustaría darles a todos la bienvenida al blog. Ya saben que estamos para lo que necesiten y si quieren que se publique algo, con mucho gusto lo haremos.
En esta ocación quería mostrarles un escrito que realizó una amiga mía, su nombre es Kamila. Espero lo disfruten.

Aquella noche gris.

Era una noche gris, oscura, sombría, como si el cielo hubiese descifrado lo que sucedía en aquel parque, ambos estaban sentados, con su vista fija al frente

- Entonces no hay mas que decir- Dijo él entre dientes
- Eso creo- Reconoció ella de forma ausente, casi marchita, como las flores que tanto le gustaban al comenzar la primavera.

Ella se levantó de la banqueta, en silencio y prolongó su caminata con la mirada puesta al final del callejón, oscuro bajo la complicidad de la noche y de las lagrimas que caían incesantes por su rostro sin darse cuenta que él también lloraba – a su modo – “como lloran los hombres” – En silencio, desde el alma, su musa se estaba marchando con las manos en los bolsillos de su gabán negro.

Él se quedó sosegado viéndola partir, alejarse de su vida, no sabía que hacer sin ella y todo había pasado en un minuto por culpa de ambos.

Pero ¿quién era ella?, ella era su musa, su único amor, sentía como si Zeus hubiese quitado a Cupido del lado de su siempre amada Psique, así, así se sentía, desgarrado e inmerso en la desesperación del “juntos para siempre” que alguna vez se habían prometido.

Él había caminado hasta su casa, en un acto casi prodigioso, sus pies se movían lento y nada mas impulsados por la costumbre, sin embargo ansiaba sin duda llegar a su hogar para seguirla recordando y bajo la luna que mil y una vez le había regalado entre sus canciones como un poeta que deja llevarse por Eros iba solo, con su pena y la carga de tener que decir adiós a la mujer que siempre amó.

Ella continuó caminando, secando las lágrimas de sus ojos que no dejaban de caer como gotas de lluvia en un día de tormenta nublada y gris, su corazón dividido en mil pedazos, su mente aún confundida y poco resignada al adiós se preguntaba si lo que acababa de vivir no era mas que un sueño, un reflejo del miedo de perder lo que mas había amado y mas amaría durante toda su vida, se hubiera ido o no.

Al llegar a casa su contestadota llena de mensajes de él estaba apunto de estallar, pero no podía contestarlos, su corazón no podía sobrellevarlo mas, cada centímetro de su geografía corporal, cada trozo de sí le reclamaba llamarlo, oír su voz, incluso solo una sola exhalación de su respiración hubiese bastado para cesar el dolor y avivar los latidos que su corazón había dejado de emitir en el parque minutos atrás, pero no lo hizo, de nuevo la razón le gano al corazón y que mas podía hacer ella, no estaban en Inglaterra, él no era Romeo, al menos no ahora y ella no era Julieta, su apellido no era Montesco y aunque en lo mas profundo de su mente había una minima esperanza que acariciaba ya los limites con la irrealidad de que el volviera, pero por ahora su amor no perduraría mas allá de la muerte.

Él Romeo andante, caballero sin destino y ahora arrepentido como nunca en su vida de haber dejado a su amor vagaba hondamente por sus recuerdos, tal como un pirata buscase un tesoro escondido en el fondo del mar, buscaba sin descanso la más minima imagen de su Julieta, en la soledad como el silencioso ruiseñor amante de la noche y en la complicidad eterna de la oscuridad perpetua lograba ver cada tanto el agobiante reloj con la esperanza de que el tiempo corriera hacia atrás en una extraña utopía y él pudiera recuperar ese sublime sentimiento que lo mantenía vivo y al mismo tiempo al borde del suicidio.

Julieta, no mas tranquila que su Romeo bajo la inerte compañía brillante de la luna se atrevía a calificar su amor de enfermizo pero tenía claro que efímero no definía su sentimiento que no era pasajero ella sabía que ese dolor se tatuaría en su alma y perduraría para siempre y luego pensaba en él, su perfecto y hermoso rostro, sus ojos llenos de ternura al mirarla, sus manos que al tocarla la hacían sentir fuego, la hacían sentir una mujer de verdad.

El tiempo pasó, era como si cronos hubiese descargado su ira profunda contra ambos haciendo correr cada minuto lentamente. El dolor en el corazón de Romeo se intensificaba con el nacer de cada minuto y ardía como las brazas a las puertas de la muerte del mismo, era un ciclo de dolor constante y agónico, tal vez enfermizo, lo cual a él no le importaba mucho, su dolor era poco comparado con lo que sentía en el momento en que su imaginación se detenía a pensar en el rostro de su amada cuando los labios de él que sabía que era todo para ella pronunciaron la frase “No te amo mas”

De vez en cuando Julieta en su encierro, oscuro y más dramático que cualquier escena que Shakespeare hubiera podido describir en alguna de sus famosas obras, recordaba de vez en cuando respirar para no dejar allí en el duelo permanente de la muerte su cuerpo porque su alma ya no la acompañaba, había partido y su corazón había olvidado el concepto de latir, como si jamás lo hubiese hecho, como si jamás se hubiese acelerado mientras él besaba sus labios ¿cómo poner a andar algo roto? Era casi como… pensar que realmente no lo amaba y eso era mas enfermizo que el amor que sentía por él.

Había perdido ya la noción del tiempo, sin embargo Romeo no podía pasar por alto el dolor de los minutos apuñalando su corazón, había salido la hora no era relevante, no obstante el dolor era constante al pensar en su Julieta, herida por su causa y sintiéndose igual a él.

Mientras caminaba sin rumbos, como buscando encontrar al destino de frente y preguntarle en la cara por que razón ocurría todo esto, en su interior resonaba con brusquedad “ya no te amo” una y otra vez. Las estrellas le reprochaban incesantemente cada una de las lágrimas que ella había derramado y sin ser suficiente la fiera recriminación de los fulgurantes y hermosos astros, del cielo comenzaron a descender tiernas y delicadas gotas que el mismo Poseidón había reunido en los cielos para recordarle esas lágrimas. Así tiernas y delicadas que Julieta seguía derramando por él.

Julieta no podía más, estaba cansada de estar obsesionada con él, con sus besos, sus abrazos, sus manos, su cuerpo, estaba cansada de recordar su dulce voz cantando canciones en ingles mientras estaban recostados en el pasto mirando las estrellas de la noche despejada y clara que los alumbraba, tal vez había sido solo un sueño. Quería paz, la que solo podía encontrar entre lo verde, en la compañía de Artemis diosa eterna de la naturaleza y poder desahogar toda la tristeza que su corazón sentía y fue así como encaminó su rumbo al bosque sin importarle como Cronos jugaba con el tiempo de los que había a su alrededor, para ella el tiempo ya había muerto con su corazón.

Romeo caminó tanto que no sabía donde estaba, suponía que lejos de casa pero no estaba seguro. Decidió detener su caminata, tal vez así cesarían los reproches, pero no fue así, tomó asiento para pensar, realmente no había dejado de hacerlo pero quería dejar volver de nuevo su imaginación, con la esperanza de encontrarla, de establecer una conexión con ella o de llamarla con sus pensamientos, estaba tan desesperado que no importaba cuan tonta sonara la idea debía intentarlo.

- ¿Quién está ahí?- dijo mirando el matorral que estaba junto a él

- ¿No puede una chica venir a llorar un mal día?


- Si… perdóname… yo… no debí decir eso- dijo apenado y algo arrepentido

- Todos son iguales – dijo aquella melodiosa y familiar voz con una
extraña y notoria acumulación de rabia en su voz

- ¿Qué pasa?

- El me abandonó- contestó ella al borde de un ataque de llanto

- ¿y si lo hizo por tu bien? Tal vez no quería que dejaras la vida y tus sueños por él, si quería que volaras y fueras feliz

No hubo tiempo de más palabras, ambos se levantaron, ella era Julieta, él era Romeo y ese era el dulce y cruel destino que les estaba jugando una mala pasada o tal vez les estaba dando una nueva oportunidad. Romeo intentó acercarse en vano Julieta retrocedió vertiginosamente, un escudo estaba perpetuado entre ambos.

- Necesito tocarte – dijo el

- Ahora no- respondido ella- ahora en mi mundo no hay espacio para ti

Y era innegable, en su mundo solo había espacio para dos, uno que quisiera volar y otro que ya volara. Fue así como Julieta se acerco a Romeo y le dio un calido pero distante abrazo, retrocedió de nuevo y ambos vieron una fulgurante luz, Poseidón la había enviado, era radiante, hermosa, Julieta deslumbrada ante la luz y con sus ojos mas abiertos pero llenos de lágrimas aún sabía que era la hora y no podía retrazarlo mas, su oportunidad de amar en la tierra había terminado y Poseidón había regresado por ella, así que no opuso resistencia y abrió sus manos que temblaban tal vez de miedo, tal vez de miedo, tal vez de frío.

Romeo miraba atónito, incrédulo, quería pasar esa barrera pero el escudo luminoso no lo dejaba dar un paso más hacia su amada, ahora era él quien creía estar en un sueño. El ambiente era tranquilo y silencioso, como si el bosque entero observara como los brazos de Julieta se ramificaban y sus ropas caían al sueño ante los ojos de todos, de pronto no era Julieta quien estaba allí, había una mancha anaranjada, la luz de había posado toda sobre ella por eso ahora era destellante anaranjada y brillaba mas que nunca.

Y así Julieta abrió vuelo al cielo donde pudiera verlo siempre y acompañarlo en la eternidad, fue el momento de extender sus alas y volver, era el momento de irse y quedarse para siempre, él la vio alzar vuelo, partir lejos con dirección a la luna y aquella luz fulgurante lo iluminó para que viera que ella iba bien, iba feliz, se había liberado de las ataduras del cuerpo y se había convertido una hermosa e inmortal mariposa que llevaría siempre su alma mas lejos.

Romeo despertó allí como si hubiese dormido tierno y calido en los brazos de su dulce amante y de Julieta nunca se supo nada más. Él aun conserva el moño rojo que ella llevaba en la cabeza la noche que partió al infinito, lo que Romeo nunca supo fue que una mariposa anaranjada se posa aún cada noche en su ventana para velar su sueño, alejarlo de las pesadillas y arrullar su mente con un dulce canto, al agitar sus hermosas e incesantes alas llenas de amor puro, ese que va mas allá del cuerpo, el que está en el alma.
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